jueves, 7 de agosto de 2008

MUSKIZ BIZIRIK

Porqué Muskiz dice COKE EZ

Muskiz es un pueblo que aspira a ser protagonista de su propia historia, la historia de un pueblo moderno, que apuesta por el progreso y por un desarrollo sostenible y por eso ahora dice COKE EZ. Un breve repaso por la historia más reciente de nuestro pueblo puede explicar y dar a conocer el verdadero valor de este grito.

Las minas, los mineros y los peones
Muskiz ha sido tradicionalmente un pueblo minero, no en vano tenemos una ferrería cuya construcción algunos la sitúan en el año 1100. Este pasado minero se cimenta fundamentalmente desde el último tercio del siglo XIX hasta la primera mitad de el siglo XX, al igual que en todo el resto del territorio que se conoce como la Zona Minera, momento en que nuestros yacimientos quedan agotados. ¿Y que ha quedado en nuestro pueblo de toda aquél pasado minero?

En el pueblo muy poco de valor o casi nada, toda la riqueza que produjo la explotación minera se fue a la margen derecha, a Neguri. Esto no es una afirmación de izquierda resabiada y resentida, ya que basta leer los numerosos trabajos publicados sobre esta materia, como por ejemplo los libros y conferencias de don Manuel Montero, doctor en Historia, para verificar esta aseveración.

En nuestro pueblo quedaron los montes rotos, llenos de hoyos, simas y socavones, las escombreras, las balsas de lodos, los restos de los hornos de calcinar, la maquinaria abandonada y poco más. Y sobre todo quedaron muchas viudas y huérfanos, muchos hombres mutilados, cojos y mancos, otros ciegos o tuertos, la tuberculosis, una enfermedad endémica entre los mineros y sus familias y especialmente la silicosis, y además una legión de hombres, profesionales sin cualificar, cuya única aspiración al cerrarse las minas era la de buscar trabajo en las fábricas de la Margen Izquierda como peones, trabajadores sin ninguna cualificación profesional. Tan sólo el proyecto de don Marcelo Gangoiti con su Escuela de Artes y Oficios, pudo romper este destino, casi atávico, y dar las oportunidades para que los hijos de los ex mineros, se convirtieran en profesionales cualificados.

Nuestro pueblo, en aquellos momentos, era un pueblo olvidado, el último de Vizcaya, camino de Santander. Era un pueblo ignorado. Se electrificó el ferrocarril de Triano, pero sólo hasta Ortuella. Durante muchos años, entre este pueblo y el nuestro, el tren siguió funcionando con las máquinas de vapor. Por no tener, no teníamos ni nombre propio, si uno llegaba por tren, llegaba a San Julián de Muskiz, si lo hacía por carretera, llegaba a Somorrostro y si consultaba la incipiente guía de teléfonos, debía buscar en San Juan de Somorrostro.

El río Barbadún
Nuestro río, uno de los mejores ríos anguleros de toda la costa, también sufrió los efectos de las minas. Aguas arribas de nuestro pueblo, en Sopuerta y Galdames, los lodos de los lavados del mineral de hierro iban directamente a los arroyos y torrenteras y de allí al Barbadún, que en nuestro municipio recibía todos estos arrastres anegando el cauce, de tal manera que durante la época de lluvias de la primavera y el otoño raro era el año que no se inundaban, los aguaduchos, toda la parte baja del pueblo, desde Santelices hasta Oyancas y desde el puente de San Juan hasta El Crucero (la vieja cooperativa). Un río que podía ser una fuente de vida y de recreo para el pueblo, se convertía en una amenaza permanente para una parte importante de la población. Afortunadamente, el fin de las explotaciones mineras y una mayor conciencia de lo que son los servicios a un pueblo, han resuelto aquella calamitosa situación

La playa
El miñón que arrastraba el Barbadún, también llegaba a nuestra playa, ensuciando la arena. Hoy diríamos, contaminándola. Las madres menos jóvenes recuerdan el color rojizo con el que volvíamos a casa de nuestras escapadas a la playa, color rojizo en los pies, en las piernas, en el cuerpo y en la ropa. Todo sacrificado a la explotación de las minas. A veces, nos lavábamos los pies y las piernas en el chorro de la fuente de El Verde, que por cierto hace ya mucho tiempo que desapareció.

No acababan ahí los ataques a la playa. Un alcalde desaprensivo, testaferro de algún personaje de más “alcurnia”, se dedicó a llevarse la arena, para sus negocios privados. Las innumerables dunas de 20 metros de altura, la vegetación propia de las mismas, todo desapareció, se lo llevaron las máquinas y los camiones para convertirse en viviendas, edificios y construcciones.

Afortunadamente, se cerraron las minas, se acabaron los arrastres del miñón y la arena se está recuperando, gracias también a los trabajos de limpieza de la playa que lleva a cabo la Diputación, pero las dunas y su vegetación ya no volverán. Eso lo perdimos para siempre.

La marisma
Desde el borde de la playa, a lo largo de la orilla derecha del río, y hasta la muralla que circunda al Castillo de Muñatones, había una marisma que nada tenía que envidiar a la de Urdaibai. Un regalo de la naturaleza, de la biodiversidad y del medio ambiente natural. Aquello se perdió, lo ocupó Petronor, y no volverá nunca jamás. Llorar su pérdida sirve para bien poco, pero no pueda dejar de hacerse, sobre todo por los que tuvimos la suerte de conocerla y disfrutarla.

Es cierto que eran otros los tiempos, las circunstancias y los valores sociales también eran diferentes de lo que son ahora, pero si hubiera que elegir hoy día una ubicación para implantar una refinería, desde luego que no se haría donde está Petronor. Este mal está hecho y ya no tiene remedio, pero mientras tanto, hay una deuda permanente con este pueblo que alguien tendrá que saldar.

El aire
Muskiz era un pueblo humilde, de familias trabajadoras y de escasos recursos, pero que disponía de un conjunto natural envidiable, montes, río, playa y un aire limpio y sin contaminación, hasta que llegó Petronor. Con esta irrupción, Muskiz se unió a la triste nómina de municipios contaminados, Sestao, Baracaldo, Erandio y Muskiz. Para los tres primeros se han ido encontrando soluciones y poco a poco se van acometiendo políticas de regeneración ambiental, de la mano de la reconversión industrial y de unas mayores y mejores políticas urbanística y medio ambiental. Para Muskiz aún no ha llegado ese momento, y no sólo no ha llegado sino que ahora hay un proyecto sobre nuestras cabezas que pretende incrementar la contaminación.

Petronor, única causa de este deterioro, pretende justificar esta situación con el pretendido cumplimiento de las normas medioambientales e incluso, dice, superándolas. Se podría llegar a la cruel paradoja de que la contaminación matara, pero eso sí, dentro de la legalidad. Y cuando se quiere buscar un ejemplo para justificar la pretendida inocuidad de la planta de coke, se recurre a Hungría. Todos los respetos para este país y para sus habitantes, pero qué clase de broma es ésta, ¿va a ser Hungría nuestro referente para nuestras decisiones industriales, urbanísticas y medioambientales? Parece que alguien está perdiendo el rumbo y la brújula en su desesperado intento de justificar lo injustificable. Si puedo elegir una referencia, elegiré cualquiera de los países escandinavos. Estos sí que nos llevan delantera y merece la pena que los sigamos. Hay un adagio muy antiguo que dice que aquellos a quienes los dioses quieren perder, primero los vuelven locos. Y aquí parece que hay demasiada gente que está perdiendo el juicio.

El castillo Muñatones y el palacio Salazar
En el libro, “Muskiz monumental” de José Ramón Valverde, editado por Petronor en 1984, en la página 27 se dice: “El conjunto del Castillo, Palacio y Ermita de San Martín de Muñatones fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1944. La Diputación adquirió los tres edificios en 1949 para restaurarlos. En 1968 cedió el palacio al Ministerio de Información y Turismo que lo convirtió en Hostal y Parador Nacional. En 1973 se cerró y se volvió a la Diputación que procedió a venderlo a la empresa Petronor…” Y así, por arte de birlibirloque y por supuesto con todas las bendiciones legales necesarias, un bien público se convirtió en un bien privado y de uso exclusivamente privado. Una chapuza ilegítima ya que ha privado al pueblo de Muskiz y a toda la sociedad de un bien cultural público, como se reconoció en 1944.

El futuro
Y así poco a poco se va escribiendo esta historia de expoliación de bienes culturales y del patrimonio natural, en aras de un desarrollismo insostenible. ¿Hacia que futuro nos queremos mover?

Petronor está aquí. Lleva entre nosotros 40 años. Es un vecino de Muskiz, vecino muy importante, por su tamaño, por su poder y por la forma en que condiciona nuestra vida ciudadana. Ha generado puestos de trabajo, ingresos para las arcas municipales, subvenciona actividades culturales, deportivas y benéficas, pero ha generado muchos costos sociales al municipio, se apropió del Palacio Muñatones, de la marisma que nunca se podrá recuperar y sobre todo se ha apropiado de la calidad de nuestro aire.

Muskiz de la mano de Petronor, hace 40 años entró en la vergonzosa lista de municipios más contaminados. Existe un plan de evacuación en caso de emergencia química. Si no estuviera Petronor, el pueblo no necesitaría este plan. Su propia existencia, está proclamando a los cuatro vientos, igual que las sirenas instaladas en distintos barrios del municipio, los riesgos que tenemos por vivir aquí. Riesgos asumidos y para los que nadie nos ha preguntado si los queríamos asumir. Nos han sido impuestos. Y la mayoría del pueblo y de sus habitantes estamos aquí antes de que existiera Petronor.

Hay unas preguntas en el aire, que sería bueno que Petronor respondiera. ¿Cuál es el municipio de Europa Occidental con una planta petroquímica más próxima a un núcleo relevante de población? ¿Qué municipio de Europa Occidental tiene una planta petroquímica asentada sobre terrenos de mayor interés medioambiental? Y a pesar de todo esto, el pueblo ha guardado silencio durante 40 años. El proyecto de coke ha sido la gota que ha rebasado el vaso de este silencio paciente. ¿Por qué?

Porque Muskiz, igual que el resto de Bizkaia y del País Vasco, quiere apostar por el progreso sostenible, por la innovación, por las tecnologías de alto valor añadido, la biotecnología, la nanotecnología, las fuentes de expalación de neutrones, por combatir los efectos negativos del cambio climático, en esencia, por un desarrollo sostenible digno de un país que quiere ser pionero en Europa en muchas áreas. Los departamentos correspondientes de la Diputación y del Gobierno Vasco han elaborado unas agendas muy ambiciosas para hacer que esto sea posible, para que mejoremos nuestras condiciones de vida y para que la herencia para nuestros descendientes sea mejor que la que nuestros antepasados nos pudieron dejar a nosotros. Y parece que todo esto puede ser posible en todo el territorio de Bizkaia y del País Vasco, menos en Muskiz, ¿por qué?

Muskiz ya ha pagado en demasía sus tributos sociales, culturales y medioambientales al desarrollo no sostenible. Muskiz quiere vivir en un mundo mejor, quiere colaborar a legar un mundo mejor, por eso Muskiz se tiene que oponer al proyecto de la planta de coke, porque va en contra de la flecha de la historia y del progreso sostenible. Muskiz dice COKE EZ, porque MUSKIZ BIZIRIK.

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